Recuerdo esos momentos de soledad, en donde deseaba fuertemente estar rodeada de gente, tener planes, salir, tomar, reír, no pensar. Recuerdo que intentaba escapar. Recuerdo que no me quería hacer cargo de mi realidad. Recuerdo que la única manera de creer que mi vida no tenía problemas era simular que todo estaba bien, y que realmente me divertía. Recuerdo que en los minutos de silencio, sentía que me iba a volver loca. Recuerdo los fantasmas que aparecían cada vez que mi cuerpo pedía tranquilidad. Recuerdo el miedo de terminar sola. Recuerdo como rogaba atención de todos. Recuerdo como entre ese ruido buscaba que alguien me salvara. Recuerdo el corazón roto. Recuerdo que aunque lo intentara, no sanaba. Recuerdo una multitud al lado mio, y sentirme sola lo mismo. Recuerdo cometer mis errores una y otra vez. Recuerdo que en ese lío no solo no me encontraba, sino que me perdía cada vez más. Recuerdo que aprendía nada, solo vivía en la sombra de mis fracasos.
Me recuerdo con los ojos tristes y una sonrisa que afloraba la mayor parte del tiempo después de tomar algunos tragos. Tengo en mi memoria las veces que me sentía en una pesadilla de día, y quería que terminara. Pero también se me vienen a la cabeza esas noches en que estaba en un soma que me hacía sentir que todo estaba bien, mientras la noche y el alcohol no se terminaran. Eran momentos en donde mil preguntas daban vueltas en mi cabeza, pero no era capaz de querer responder ninguna, por miedo, por cobardía, porque sabía que posiblemente muchas respuestas necesitaban de que cambiara, de que me responsabilizara. Me daba pánico saber que tenía la culpa de algunas de las cosas de mi vida, y que solo yo podía revertirlas. Era más fácil culpar al que me lastimó, o a aquellos que me dijeron muchas veces que NO o demasiadas que SI, porque así jamás me tendría que hacer cargo de mi propio corazón y latir.
Intenté tantas cosas, me acerqué a muchas personas, me enamoré de nuevo, y todo fracasó, porque en aquel entonces seguía enojada conmigo, seguía pensando que el caballero de la brillante armadura vendría a salvarme, que en sus brazos todo estaría bien. Me parecía que nada dependía de mi, que si se tenían que dar las cosas, así iba a ser. Por mas que me resistiera no dejaba de soñar con ser la princesa de disney que después del caos es rescatada. Pensaba que si dejaba fluir todo, las soluciones mágicas llegarían a mi vida. Y después de todo, hoy puedo ver que me equivoqué.
No solo se trata de FLUIR, se trata de pensar, amar y decidir, no solo respecto a los otros, sino a uno mismo. Era necesario que me empezara a pensar de nuevo, a amar y a responsabilizarme por mi vida. Necesitaba salir del soma, y enfrentarme a quien más miedo me generaba, YO.
Y ahora me toca hablar en presente, porque esa tarea no se terminó. Todos los días me enfrento a la persona que era y defiendo a la persona que quiero ser. Es una batalla constante. Hay momentos que quiero volver atrás, ser aquella que no se cuestionaba, solo disfrutaba, ser esa que la gente amaba por lo divertida, y genial que era, pero hay días como hoy, que admiro a la persona que soy cuando cuido y protejo a los que amo, cuando defiendo mis ideas, cuando me quiero y respeto como nunca antes.
Hoy estoy llorando de nuevo, caen mil lágrimas por segundo. Tenía la oportunidad de estar de joda con amigos, cortar la semana de la rutina, reír, desinhibirme, pero decidí elegir el silencio, estar sola esta noche, para pensar, para decidir, para amar. Aprendí que muchas veces, PERDER es GANAR. Cuando acepté el silencio y dejé de lado el ruido, me empecé a escuchar, perdí el miedo a lo que mi propia voz quería decir, y gané la fuerza para seguir adelante. En el camino, PERDÍ mi carcasa, y GANÉ sensibilidad, confianza y seguridad.
Hay muchas cosas que todavía no entiendo porque las siento así, solo sé que estoy siguiendo lo que mi voz dice, estoy siendo genuina a lo que dicta mi corazón y por sobretodo respeto lo que mi cabeza razona como lo mejor. Me sigo equivocando en muchas cosas, pero ya no me escondo de mi misma. Me cuesta hacerme cargo, pero tarde o temprano eso pasa, y lo acepto. Trato de evitar confrontar con las personas, hasta que no doy más. Eso también me lo han marcado como un error mis amigos. Lo que ellos no saben es que es agotador estar chocando todo el tiempo con dos versiones de uno mismo, en la cual hay que decidir en cada momento quien va a ganar. Es por eso, que decidí ser tolerante hasta no dar más con los demás, aunque no siempre funcione, porque entiendo muy bien lo que es confrontar algo todos los días.
Y por último, solo puedo asegurar, que luego de cada batalla, se siente paz y tranquilidad con uno mismo, el silencio ya no aturde, los fantasmas desaparecen y el miedo se desvanece, porque te volvés consciente, que si te escuchas, de alguna manera, siempre ganas. Creo que no tengo más palabras para explicar lo que me pasa, pero si recuerdo un texto, que lo dice de la mejor manera que pude encontrar.
Un anciano cherokee estaba hablándoles a sus nietos sobre la vida.
Les dijo: “Hay una batalla teniendo lugar en mi interior...es una pelea terrible entre dos lobos.
Un lobo representa el miedo, el odio, la ira, la envidia, la avaricia, la arrogancia, el resentimiento, la culpa, la autocompasión, la inferioridad, la mentira y el ego.
El otro lobo es la alegría, la paz, el amor, la bondad, la esperanza, la serenidad, la compasión, la generosidad, la amabilidad, la amistad, la humildad y la verdad.
Miró a los niños y les dijo: “Esa misma lucha está teniendo lugar en vuestro interior y en el interior de cualquier persona que viva”.
Los niños se quedaron un rato pensativos, y al fin uno de los nietos preguntó a su abuelo “¿Y cuál de los dos lobos ganará?”
Y el anciano cherokee respondió: “Ganará el lobo al que más alimentes”.
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