Hay días que lloro por las noches, cuando recuerdo las cosas que le diría de frente. Y hay días que la sonrisa no se va de mi cara, por todas las cosas que estoy viviendo. Hay días que lo extraño mucho, y hay días que no tengo tiempo ni de imaginarlo.
Tengo tantas hojas repartidas con pensamientos, conversaciones, textos, que en algún momento formaron parte de lo que quería contar. Hoy no se por donde empezar. Quizás lo más normal sería arrancar por el principio, pero como no me rijo por la normalidad, voy a empezar por el final.
Hace casi dos meses, se esfumó. Tomó la decisión de desaparecer. El, solo, decidió que todo se había terminado. No dió razones. Se borró. No hubo pelea ni conflicto, al menos no uno que yo generé o del que tuve algo que ver. Como suelen decir, "el diablo metió la cola" y justo le "dió en el clavo".
Como todo final, augura un nuevo comienzo, pero sin dejar de ser final. Es muy loco, un día sentí toda la paz que hacía tanto quería y al siguiente, ya no estaba más, me la arrebataron sin pedir permiso ni perdón. Pero lo más irracional de todo esto, es que ese finde en que él tomó la decisión de escapar de mi vida, era justo, cuando más quería que él permaneciera. Me sentí una mente tonta, porque en vez de agradecer las grandes personas que tenía conmigo, solo me lamentaba por esa sola persona que acababa de perder.
Me duró poco ese sentimiento, porque la vida me pegó una cachetada, de las más hermosas que viví. Este verano pasé la mejor experiencia que creo ni en mis mejores sueños imaginé. Conocí lo que es la felicidad plena. Entendí tantas cosas que antes me costaban comprender. Aprendí y agradecí. Entonces, fue cuando entendí que lo que necesitaba hacer es escribir una carta, pero no cualquiera, sino de esas que hacen sentir el alma en paz.
Córdoba, 26 de marzo de 2018
Querido:
Aunque sigo teniendo muchas cosas que necesito sacar afuera, hoy, te quiero agradecer Nico. Por lo visto, tuviste un inicio y un final en mi vida. Ambos inexplicables y que significaron cambios rotundos. Todavía conservo el dolor de muchas preguntas sin respuesta de tu parte, pero también la alegría de haberte tenido a mi lado.
No me diste la posibilidad de decirtelo, y es que también, recién lo comprendo, llegaste a mi vida, en un momento de caos, en el que no sabía que hacer con mi vida, o en realidad si lo sabía, pero tenía miedo. Significaba dejar gente atrás, que aunque me habían hecho daño, seguian siendo importantes, era un tiempo de tomar decisiones duras, y de generar cambios en mi status quo que en un soma de seudo felicidad creía que todo estaba bien.
Cuando realmente te descubrí debajo de tu máscara, te empecé a admirar, descubrí un hombre inteligente, emprendedor, siempre con ganas de querer saber más, que iba de frente (al menos en lo no emocional), que cumplía sus sueños y que nada ni nadie te frenaba para ir tras ellos - ahora comprendí que eso también te alejaría en algún momento de mi-. Admiraba tus experiencias e historias. Admiraba tu dureza y determinación. Admiraba tus pequeños gestos de caballerosidad y tu creciente confianza en mi. Eras justo lo que necesitaba en ese momento. Eras la dosis que me permitió salir de mi mediocridad y empezar a aspirar más, luchando y esforzandome por eso. Me serviste de ejemplo, para saber, que yo también podía potenciar e ir por lo que me importaba. Gracias por ser mi trampolin.
Gracias por cada gesto de cariño, abrazos y besos. Gracias por ser compañero en cosas que ya me había acostumbrado sean de a uno. Gracias por hacerme sentir esas emociones compartidas que ya había olvidado. Gracias, porque al hacerme daño, me permito construirme más fuerte. Desapareciste, en el momento que empezaba a volar, y aunque me hubiese encantado hacerlo con vos, lo hice sola, y hoy te agradezco eso también.
Duraste en mi vida, lo que tenías que durar. Tuviste una misión y la cumpliste. Mi problema es aferrarme a la idea del "por siempre y para siempre", cuando debería aprender a aceptar, que muchas veces, eso, solo dura un suspiro.
Me hiciste bien ese tiempo que compartimos. En otro momento, te diría "Espero (y ojalá) te haya podido dejar cosas lindas para recordar y enseñado un poquito al menos", pero estoy convencida que así fue, algo de mi quedó en vos y permanecerá de ese modo.
A veces me haces falta, y deseo cruzarte por ahí para verte, pero a medida que pasa el tiempo me voy acostumbrando a estar sola de nuevo. Según mis amigas, decidiste desaparecer porque tenes otra, si es así, sé feliz, disfrutala y aprendé a no repetir patrones, como yo lo hice aferrandome a alguien como vos.
Y mi último gracias, siendo el más importante, es porque me ayudaste a dar cuenta que ya no quiero relaciones transitorias y con poco compromiso, deseo alguien que quiera permanecer a mi lado contra viento y marea, sin poner fechas de vencimiento, ni historias de dolor pasadas, que se usan para justificar un actuar, cuando en realidad, son meras excusas para hacer cualquier cosa, sin tener que dar explicaciones.
Te quiero por lo que fuiste para mi, te guardo en mi memoria como quien un día me inspiró a salir de la miediocridad para ser YO MISMA. Estoy eternamente agradecida por todas las cosas buenas que vivo día a día y por todos los aprendizajes que voy sumando. Vos formaste parte de las dos cosas, por un lado agradezco lo que compartimos, y por el otro, agradezco con lo que me enseñaste con dolor y con felicidad. Hoy te llevo conmigo en todo lo que generaste en lo más profundo de mi ser. Gracias y no me despido, porque sé, que nos volveremos a ver.
Mujer Invisible.
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