Fue en otra ciudad a un par de horas de donde vive, decidió irse sola a un hotel, no en el que todos se hospedaban. Coincidió que se tomó el mismo colectivo que otras de las chicas. Cuando llego a destino, se bajó del colectivo y ya sabía a donde tenía que ir, agarró la valija y empezó a caminar. En ese trayecto terminal-hotel, estando sola por fin disfruto de la libertad. Caminó a su ritmo, miro vidrieras, admiró la ciudad, respiro otro aire, sintió latir el corazón de manera distinta. Estar sola, por fin era algo bueno. Todos tenían miedo o les sorprendía que decidía ir sola y manejarse así. Parecía raro que optara eso, en vez de sumarse a los planes de todos. Ella solo entendía que no quería depender de alguien más, ni en horarios, ni en lugar, ni en actividades, ella era libre de elegir que hacer. Y así lo hizo.
Llegó al hotel, la acompañaron a su habitación simple, y cuando entró, diviso que era chiquita, pero justo lo que necesitaba. Se acordó que se había olvidado de comprar unas cosas, así que bajó y se fue a recorrer el centro. Consiguió lo que quería y a la vez conoció la ciudad. Volvió, se bañó, se pintó las uñas, se probó las dos opciones de vestido, decidió a su antojo, se cortó la luz y no entró en pánico, se maquilló, se puso sus accesorios, se peinó como ella quería, y ya estaba lista, para disfrutar, simplemente eso. Vería a una de las mejores personas que la vida le cruzó, tomar una de las mejores decisiones, decir "Si, quiero" al amor de su vida.
En la recepción le pidieron un remis que llegó de inmediato. Se dio cuenta que estaba sola cuando se estaba por bajar, pero eso no le impidió seguir sonriendo. Saludó al novio, el único que conocía en ese momento. En breves llegaron el resto de las solteras con quien compartió viaje. Se sentó en la segunda fila a esperar a que la novia llegara. Desde que entró, se le llenaron los ojos de lágrimas, estaba viendo a su amiga caminando al altar, cumpliendo un sueño. Mientras transcurría la ceremonia, y el cura hablaba, ella se dio cuenta que también deseaba con todo el corazón vivir eso, que necesita dar ese si, su espíritu lo necesita.
Esa noche pasaron muchas cosas, bailo sin parar, sola, con pareja y en grupo, se rió mucho, hizo payasadas, habló tanto como quería, se reencontró con amigos que hacía mucho no veía, conoció gente, tomó todo lo que quiso sin entrar en exceso, salió a respirar aire fresco la cantidad de veces que necesitó, usó el celular solo para sacarle fotos a momentos claves de la noche, se retocó el maquillaje solo un par de veces, ya no por obligación de princesita. Se sintió liberada, no había nada que la limitara a ser ella misma. Y por suerte, estaba sola. Ya no era una maldición o razón para sentirse mal, todo lo contrario, esa era la única razón para ser feliz que tenía esa noche.
Cuando terminó la fiesta, ella quería caminar, necesitaba seguir disfrutando ese sentimiento de libertad que no había logrado disfrutar antes. Dos de los chicos se tenían que ir a la terminal, así que decidió acompañarlos, después de todo, el hotel le quedaba a mitad de camino. Se sumó otro amigo, y los cuatro empezaron a caminar. Se rieron a carcajadas, hablaron, ella sacó fotos de todo el trayecto, miró vidrieras, se sacó los tacos y empezó a caminar descalza. Llegaron a la terminal, los acompañaron un rato, y empezó el regreso al hotel, siguieron riendo con el amigo que quedaba, hicieron payasadas mientras iba amaneciendo, pararon, disfrutaron de cada segundo y siguieron.
Llegó al hotel, y mientras iba subiendo las escaleras, le cayó la ficha, hizo todo lo que quería y nadie la freno, nadie la cuestionó, solo dependía de ella. No tuvo ni horarios, ni condiciones, ni la necesidad de estar en pareja para poder hacer lo que hizo, el camino le cruzó amigos y gente para que pasara una noche espectacular. Se acostó y durmió relajada. Tuvo que dejar la habitación temprano, acomodó las valijas rápido y salió a buscar un lugar donde desayunar. Antes hubiese preferido no hacerlo antes que hacerlo sola. Ahora no, buscó el lugar que más le gustó, la mesa que quiso y no pensó en lo que quería, solo lo pidió. Se tomó su tiempo, disfruto de observar las otras mesas, de comer las medialunas que más le gustan, pagó, se levantó y se fue a encontrar con la feliz pareja y el resto de la gente para almorzar. Y así siguió su día. Tomo el colectivo de vuelta y cuando llegó, sabía que no necesitaba rendir cuentas a nadie, ni esperaba que alguien le preguntara algo, volvió a su casa feliz.
Entendió que la vida sigue, y depende de ella perseguir las cosas que quiere, aunque esto signifique hacerlo sola. El límite de cosas por hacer, se lo pone ella, no su estado civil. Esta aprendiendo a salir del cascaron, y descubrir todo lo lindo que le toca vivir, ya no existen excusas, hay solo ansias de aprender de la libertad y del nuevo latir de su corazón...
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