Que complicado parece pensar en el amor con el corazón roto. Que difícil amar después de haber amado mucho y que no funcionara. Que triste es sentir que nunca más se va a poder amar como ya se amó. Que incoherente suena encontrar un nuevo amor para poder tapar el viejo. Y sin embargo, todos nos hemos encontrado en esas situaciones en donde lo complicado, lo difícil, lo triste y lo incoherente parecen surgir como algo cotidiano.
Somos esclavos de nuestras historias, y nos cuesta soltar el pasado. Nuestro presente y nuestro futuro deben sufrir por los dolores que ya pasaron. Esas personas nuevas que aparecen en nuestras vidas, deben convivir con nuestras falsas creencias de que "si me lo hicieron una vez" me lo van a hacer de nuevo, sin importar lo distintas que sean las circunstancias actuales.
Arrancamos nuevas relaciones anteponiendo la frase "No te quiero lastimar", haciendo complicado lo que es simple. Si no se quiere hacer daño al otro, que no se lo haga. Empezar suponiendo que sucederá algo malo, es casi predestinar a la relación a que asi sea.
Vivimos bajo el soma de la ilusión, de crear esa fantástica imagen del otro y de las relaciones, haciendo que en definitiva, todo sea parte de la imaginación. Nos encanta suponer situaciones antes que enfrentarlas y corroborarlas. Cuantas veces nos hemos ilusionado con ciertas cosas, para luego chocar con la realidad, y darnos cuenta que solo fue la esperanza de que sucediera algo, que de verdad incierta, solo lo imaginamos. La ilusión suele no cumplir lo que promete.
Desilusionarnos es la primera etapa para soltar y poder avanzar. Una vez que perdimos la ilusión y somos concientes de la verdad, podemos soñar, que no es otra cosa más que cambiar la realidad. Es dejar ir el mundo ideal, y abrazar el real, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Aprender a convivir con ambas. Es aceptarnos tal cual somos y es aceptar a quienes nos acompañan. Es permitirse errar, sabiendo que todo depende de lo que hacemos para remediarlo, y es también saber que al otro, le puede pasar.
Cada vez que amamos es un comienzo, es empezar de nuevo. Más ricos por la experiencia del pasado, más sabios por los aprendizajes que tuvimos, y ojalá también fueramos más abiertos para descubrir que decir adios a viejos amores y poder decir hola a los nuevos, eso, es crecer.
Somos esclavos de nuestras historias, y nos cuesta soltar el pasado. Nuestro presente y nuestro futuro deben sufrir por los dolores que ya pasaron. Esas personas nuevas que aparecen en nuestras vidas, deben convivir con nuestras falsas creencias de que "si me lo hicieron una vez" me lo van a hacer de nuevo, sin importar lo distintas que sean las circunstancias actuales.
Arrancamos nuevas relaciones anteponiendo la frase "No te quiero lastimar", haciendo complicado lo que es simple. Si no se quiere hacer daño al otro, que no se lo haga. Empezar suponiendo que sucederá algo malo, es casi predestinar a la relación a que asi sea.
"El pasado es un lugar de referencia, no de residencia"
Vivimos bajo el soma de la ilusión, de crear esa fantástica imagen del otro y de las relaciones, haciendo que en definitiva, todo sea parte de la imaginación. Nos encanta suponer situaciones antes que enfrentarlas y corroborarlas. Cuantas veces nos hemos ilusionado con ciertas cosas, para luego chocar con la realidad, y darnos cuenta que solo fue la esperanza de que sucediera algo, que de verdad incierta, solo lo imaginamos. La ilusión suele no cumplir lo que promete.
Desilusionarnos es la primera etapa para soltar y poder avanzar. Una vez que perdimos la ilusión y somos concientes de la verdad, podemos soñar, que no es otra cosa más que cambiar la realidad. Es dejar ir el mundo ideal, y abrazar el real, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Aprender a convivir con ambas. Es aceptarnos tal cual somos y es aceptar a quienes nos acompañan. Es permitirse errar, sabiendo que todo depende de lo que hacemos para remediarlo, y es también saber que al otro, le puede pasar.
Cada vez que amamos es un comienzo, es empezar de nuevo. Más ricos por la experiencia del pasado, más sabios por los aprendizajes que tuvimos, y ojalá también fueramos más abiertos para descubrir que decir adios a viejos amores y poder decir hola a los nuevos, eso, es crecer.
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